Hace poco he vuelto de una de las etapas del Camino de Santiago. Lo estoy haciendo en trocitos digeribles, y un fin de semana cada cierto tiempo retomo el camino donde lo había dejado para seguir la flecha amarilla.
El camino está bien indicado y lleno de las típicas señales peregrinas, aunque las más abundantes y características del camino son las flechas amarillas pintadas en cualquier sitio. Como caminante sólo tengo que dejarme llevar y estar atenta a las señales.
Que el camino esté claro y bien señalizado es algo que se agradece, sólo tienes que dejarte llevar, sabes a dónde vas y por dónde. Por eso, y a pesar de la dureza del camino, siento que sólo debo centrarme en conseguir llegar sin demasiadas agujetas, y al mismo tiempo disfrutar de la experiencia y de la compañía, porque la ruta está clara. Lo difícil del camino no es hacia dónde ir, sino el propio camino en si.
La metáfora de este camino me ha hecho también pensar en nuestro propio camino profesional. En este caso, a la dificultad de la ruta, se unen preguntas a las que debemos dar respuesta: ¿Dónde quiero ir? ¿Dónde puedo ir? ¿Dónde elijo ir? porque no es lo mismo querer que poder, y no es lo mismo poder que hacer.
Dar respuesta a esas preguntas, a veces resulta precisamente lo más difícil, y a muchos la propia pregunta les paraliza. ¿Hacia dónde podría ir desde dónde estoy?… buff… ¡Qué difícil! mejor sigo dónde estoy… más de lo mismo y así no me complico la vida.
Si nos atascamos con estas grandes preguntas, como alternativa, Herminia Ibarra nos propone explorar. Saber, es el resultado de hacer y experimentar, porque el camino profesional no es un camino directo hacia una identidad predeterminada, sino un viaje tortuoso a lo largo del cual probamos un conjunto diverso de “personalidades posibles” en las que podemos convertirnos.
Otra mirada diferente, nos la ofrece Humberto Maturana cuando para determinar hacia dónde queremos ir nos invita a preguntarnos: ¿Qué es lo que realmente quiero conservar? porque paradójicamente, alrededor de lo que quiero conservar, todo cambia.
En cualquier caso, para poner rumbo, cuando estés desorientado, sigue la flecha amarilla de tus valores y tus motivaciones, escúchate un poco más, conécta contigo mismo, con lo que eres, lo que te importa y lo que necesitas…
Sigue TU flecha amarilla y…¡BUEN CAMINO peregrino!
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