Según los antropólogos y el número de Dunbar, es imposible mantener relaciones sociales estables con más de 150 personas, y según esta teoría, este número límite está relacionado con el tamaño de nuestro neorocórtex cerebral y su capacidad de procesamiento.
Creo que la teoría resulta atractiva por hacer sencillo lo complejo y cuantificar algo difícil de determinar. Pero aunque carezco de conocimientos para valorarla, asegurar que eso del tamaño importa,
me recuerda esas teorías que pesaban los cerebros para determinar su capacidad, e incluso llegaban a asegurar que los cerebros de los más inteligentes eran más grandes.
Por otro lado y en otro contexto, las capacidades de las redes virtuales nos permiten romper de lejos la barrera de los 150 contactos, posibilitando mantener un número mucho más extenso de contactos en diversas comunidades.
Sin ánimo de polemizar sobre la base de la teoría Dunbar, las diferencias entre las relaciones “reales y las virtuales” pienso que son básicamente de definición y contexto.
Mientras que en el mundo real y según la definición de la RAE, los amigos son personas por las que sientes afecto personal puro y desinteresado, normalmente recíproco, que se fortalece con el trato. En muchas redes sociales “amigo” es aquel que simplemente te envía un mensaje: “¿Quieres ser mi amigo?”, tú aceptas y en ocasiones, a veces casi inmediatamente te pide algo.
Debido a la invasión de intrusos, algunas redes sociales ya te permiten el “defrieding” o lo que es lo mismo bloquear la relación con una persona con la que te habías conectado y con la que quieres acabar la “relación online”.
Con la necesidad natural que tenemos de conectarnos y construir nuestro capital social, a veces por razones profesionales, sería sensato volver a preguntarnos antes de aceptar una nueva conexión: ¿para qué son lo amigos?
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