Las lágrimas y la imagen vulnerable de Hillary Clinton en un café de Portsmouth mostrando un aspecto más humano, tuvo un impacto emocional en los votantes que se movilizaron para votarla en New Hampshire y esto resultó clave para su resurrección en la larga carrera presidencial, cuando ya muchos la daban por “muerta” políticamente hablando.
Esto me recuerda también otra imagen, la de la Infanta Elena en la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Barcelona, aplaudiendo, emocionada y llorosa al ver desfilar al equipo olímpico español abanderado por su hermano el Príncipe Felipe. Es una imagen se recuerda y que casi siempre se muestran en los reportajes sobre Juegos Olímpicos. Fue una imagen muy comentada en su momento y quizás una de las primeras muestras públicas de que la Familia Real también se emocionaba. Ver a la Infanta Elena mostrando su lágrimas públicamente la hizo más cercana y nos recordó que su sangre azul es tan roja como la nuestra. Su vulnerabilidad y humanidad la hizo más próxima. Fue algo comentado en la prensa nacional e internacional, incluso en las encuestas de popularidad de su momento, tuvo su impacto y la simpatía por ella aumentó, al menos en esa época.
Para que luego digan de las emociones… aquí tenemos dos ejemplos reales de cómo las emociones no sólo las vive uno mismo sino que causan un impacto en otros, movilizan e incluso consiguen resultados.
Las empresas no son entornos diferentes a otros que nos rodea, y no debemos pensar que en el plano laboral las personas se mueve sin emociones. Me decía un directivo: “Mi equipo tiene que venir a trabajar duchado y llorado”….
Pues no, señores, las empresas también lloran e ignorar las emociones y su adecuada gestión en el mundo empresarial además de ser insano es poco eficiente.
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