Nadie nos planteamos el elegir entre Nochebuena y Nochevieja para celebrarla con una cena especial.
Damos por sentado que son dos fiestas con matices diferentes, pero ambas merecen ser celebradas.
La cena Nochebuena es la cena de la familia, del calor de quienes se quieren y comparten juntos, con cierta intimidad, una noche donde lo intangible tiene un protagonismo especial.
La Nochevieja es la noche de la cena festiva, de la exteriorización y explosión de la alegría, de la celebración. Una noche también especial donde el protagonismo está más en lo material, en las cosas que nos rodean, en lo tangible.
Sin embargo, cuando hablamos de los símbolos de estas Fiestas sí nos planteamos el elegir y forzamos a los demás a definirse por una elección: ¿Tu eres de Portal de Belén o de Árbol de Navidad?, ¿de Reyes Magos o de Papa Noel?
Los símbolos son un arma de doble filo porque, por un lado, crean identidad e imprimen carácter, pero, por otro, pueden utilizarse como excluyentes y se contraponen a los intereses, ideas y mensajes de otros símbolos y, al final, buscan enemigos.
En las organizaciones, cuando tienen un carácter cerrado, hay altas posibilidades de que surjan símbolos diferenciadores y particulares de áreas o departamentos. En cuyo caso nacen los reinos de taifas y la guerra ha comenzado.
Las camarillas o sectarismos “el grupo de los de…..” (póngase en los puntos suspensivos el nombre del símbolo: jefe, origen, color etc.) fueron nefastas en política y son muy dañinas en las organizaciones. Son endogámicas, se privan de la recibir flujos de ideas de fuera y siempre están en pié de guerra buscando un enemigo exterior a quien normalmente se le acusa de pretender usurparles su identidad.
Con ellas surge la competitividad malsana, donde lo que importa no es cómo hacerlo mejor, cómo mejorar o cómo superarnos, sino qué puedo hacer para que el otro lo haga un poco peor, qué obstáculos puedo poner en su camino.
Es responsabilidad de la Dirección General el proponer, fomentar y cultivar símbolos aglutinadores que consoliden los valores, culturas e intereses de todos los componentes (departamentos, orígenes, lugares,..) de una organización.
Y la función de RR.HH., como función transversal que es, debe poner en marcha políticas y acciones que, preservando y potenciando las peculiaridades y singularidades de las distintas áreas funcionales, aporten ese “glue” que sea patrimonio de todos.
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