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Juegos delicados I: la competitividad interna

por | Feb 6, 2011 | Coaching | 0 Comentarios

Juegos delicados I: la competitividad internaNada hay más sano en una organización que el crear y mantener un clima de continua mejora y desarrollo profesional de todos sus componentes, de que los equipos de profesionales se auto-exijan cada vez más, de que mantengan una actitud de hacer su trabajo cada vez mejor.

Incluso veo saludable que la mejora y crecimiento en el desarrollo de su trabajo de unos sea utilizado como acicate estimulador para el desarrollo y crecimiento de otros. Es decir, nada más sano que crear y mantener un clima de sana competitividad interna.

Esto suele ser muy fructífero en organizaciones abiertas, donde hay un alto y transparente nivel de comunicación, donde  se valora “el quien aporta más” y no “el quien manda más”, donde no se pierde el norte y se sabe que la batalla que hay ganar está fuera de la organización y que los verdaderos competidores están en el mercado.

Sin embargo, es letal en organizaciones donde nunca se sabe lo que se está “cociendo” allá arriba, donde la mejora de unos se usa para castigo de otros, donde la jerarquía predomina sobre la contribución, donde el jefe utiliza la confrontación de su gente para tenerlos bajo control, donde el jefe usa su “cariño” voluble y caprichosamente para encelar a unos u otros.

En estos casos la competitividad interna se convierte en una batalla interna, en un desgaste pernicioso donde unos tratan de poner obstáculos en el camino de sus “competidores internos” (de sus propios colegas) para sobresalir ante su jerarca, donde lo importante es, no tanto el hacer las cosas mejor, sino que el que manda te vea, te mire, donde lo importante es aparecer ante los ojos de quien tiene el poder.

Por desgracia precisamente por ser organizaciones muy jerarquizadas, el “Jefe” suele vivir en su torre y difícilmente se entera de lo que está pasando en su patio de armas, de las argucias que unos y otros están utilizando para aparecer en la foto y merecer su aprecio.

Al final los equipos llegan a utilizar el “cariño” del jefe como arma arrojadiza contra sus colegas: Oí hablar del profesional que antes de entrar a una reunión con sus colegas, instruía a su secretaria para que, a lo largo de la reunión, entrara a la sala donde estaban reunidos y en voz alta le dijera: “Don Fulanito, el “Gran Jefe”, le llama por teléfono”. Eso significaba que, a la vuelta de atender la falsa llamada, su peso y respeto en la reunión había crecido exponencialmente.

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