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¿El toque “humano” de la suerte?

por | Ene 15, 2009 | Coaching | 0 Comentarios

Como cada año al llegar Diciembre, una de las tradiciones más consolidadas desde que tengo uso de razón es la Lotería de Navidad. Es un sorteo especial, el canturreo de fondo de los niños de San Ildefonso, que se oye esa mañana tiene para mí la connotación especial de ser, como poco, el preludio de esas mini-vacaciones. La lista de números a compartir es larga: con tus compañeros de trabajo, con los de la oficina de Barcelona -no sea que toque allí-, con la pandilla, con tu familia, además de las participaciones, que cada año se adelantan más…

Si recuerdan, las campañas publicitarias en TV y prensa de los últimos años -de manos del inolvidable “calvo”- nos trasladaban a misteriosas ciudades cubiertas de nieve y los spots se desarrollaban por la noche, en calles iluminadas por farolas con cierto aire de Cuento de Navidad dickensiano. Sin embargo, la campaña publicitaria de este año nos trasladaba a escenarios reales de ciudades de Estados Unidos y se desarrollan a la luz del día… No pretendo entrar a analizar los mensajes subliminales que nos intenten transmitir los publicistas a través de esas imágenes, porque ya con el mensaje leído en off hay suficiente. Ahí van unas muestras:

“En Navidad todos somos un poco mas humanos, hasta los más fríos, hasta los que son de cartón piedra. Todos nos animamos a salir del cuadro, a saludar al de enfrente, a abandonar la rutina, a dejarnos llevar y a acercarnos a los demás, a entrar en el juego, hasta los que se lo piensan;  porque la Navidad humaniza todo lo que toca y hasta la suerte se humaniza y cobra vida. (Sic). Lotería de Navidad: el toque humano de la suerte. Anímate”

Entre las diecinueve acepciones que le otorga al término “suerte” el diccionario de la RAE, me quedo con la primera: “Encadenamiento de los sucesos considerado como fortuito o casual”.  Según el Racionalismo Filosófico, la suerte es lo que sucede más allá del control de una persona. Esta corriente de pensamiento diferencia tres tipos de suerte:

1. La suerte constitucional, con factores que están fuera del control de una persona porque no pueden ser cambiados, por ejemplo, el lugar de nacimiento y la constitución genética.
2. La suerte circunstancial, con factores que tampoco pueden ser controlados porque se producen aleatoriamente, por ejemplo los accidentes y las epidemias.
3. La suerte consecuente, con factores que no pueden controlarse por ser el resultado caprichoso de tus actos. Un ejemplo sería arrojar una piedra desde un acantilado: como golpear a alguien que pase por debajo es consecuencia de numerosos factores fuera de tu control, entonces sería cuestión de suerte.

Jung sin embargo describió las coincidencias como un efecto del inconsciente colectivo. Será eso lo que nos lleva a jugar a la lotería, pensé… En esas disquisiciones filosóficas me encontraba el 22 de diciembre por la noche -después de comprobar que no me había tocado ni lo puesto- , cuando de repente apareció en todos los telediarios el vídeo de una señora mayor llamada MariCarmen que lloraba desconsoladamente con los restos de su décimo premiado hecho papilla pues en un descuido, se le olvidó en el bolsillo de su bata que fue a parar a la lavadora.

“Pobre mujer, qué disgusto”, pensé de inmediato. A mi tendencia natural de ponerle nombres a las cosas, acudió a mi mente la definición de empatía, que es la capacidad de sentir, en un contexto común, lo que un individuo diferente puede percibir, pero esto iba más allá, lo que estaba sintiendo era más bien un “contagio emocional” a través del cual una persona experimenta el mismo estado afectivo que otra sin conservar la distancia que se observa en la empatía. Les aseguro que recordé situaciones similares de papeles desintegrados en un bolsillo…pero un billete premiado con el gordo de la lotería de Navidad ¡es terrible!

Pasaron tres días en los aún sonaban en los informativos de las diferentes cadenas los ecos de la triste historia de MariCarmen y su bolsita con restos del décimo lavado, cuando saltó de nuevo la noticia de que todo era falso, una “inocentada” salida de la factoría de un colaborador del programa de Buenafuente llamado “El Follonero”. Mi reacción pasó de la sorpresa a una extraña tristeza cuando leí en prensa el análisis que hacía el artífice de todo este tinglado. Cito textualmente: “se trata de un programa que se emitirá el 11 de enero y que intenta comprobar lo fácil o difícil que puede llegar a ser crear una noticia falsa”. La señora MariCarmen resultó ser una actriz, y cuentan las noticias que El Follonero no es el único que ha puesto “cebos” en los que hemos “picado” todo el mundo.

¿Y eso es todo? No pretendo moralizar con este artículo, pero me surgen un montón de preguntas: ¿a dónde nos lleva todo esto? Y si alguna vez pasa de verdad, ¿quién le va a creer a esa persona que reclame su premio? ¿Merece la pena jugar con todo, hasta con la confianza y la ilusión? ¿Cuánto cuesta todo este cinismo?

No sé ustedes, pero de repente recordé las lecciones que aprendí en 1º de EGB cuando el Colegio nos llevó en Navidad al concierto con narrador de “Pedro y el lobo” de Prokofiev, también llamado el “Pastorcito mentiroso” porque nadie le creyó cuando el lobo vino de verdad…

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