Estoy leyendo el libro “Empresas que sobresalen” de Jim Collins, que considero, antes de haberlo terminado, uno de los libros más importantes de Management de la historia. El libro derriba varios mitos falsos sobre la excelencia y los resultados extraordinarios en la gestión de empresas.

Uno de esos mitos es la idea del líder visionario y carismático como figura imprescindible de toda empresa de gran éxito. Al contrario de lo que nos han contado muchos autores, este tipo de líder no es el más avanzado o el de más nivel.

El motivo es que este tipo de líderes con una desbordante personalidad tienen un problema: son tan buenos que cuando deben abandonar el liderazgo de la empresa (por jubilación, fallecimiento…) dicha empresa comienza a caer en picado, tanto en resultados como en prestigio.

Collins defiende, gracias a una exhaustiva labor de investigación, que el líder de mayor nivel está por encima de esos gurús magnéticos. Porque las empresas que lograron pasar, en la investigación que realizó, de compañías buenas a magníficas fueron dirigidas durante la etapa de transición por líderes con perfil bajo, humildes, disciplinados y poco amigos de los focos y la fama. Y cuando estos líderes abandonaron el barco, la empresa continuó creciendo y creciendo sin ellos durante muchos años. Es decir, que trabajaron concienzudamente en su sucesión, y evitaron la egocéntrica tentación de reclamar las medallas de los éxitos.

Estoy pensando, mientras leo el libro, en líderes visionarios como Steve Jobs o Mark Zuckerberg, y en qué sucederá con las empresas que crearon, Apple y Facebook. ¿Conseguirá Apple mantener el liderazgo como referente de innovación los próximos 25 años? ¿Y Facebook? ¿Qué sucederá cuando Zuckerberg lleve 15 o 20 años sin liderar la empresa?