Nos hallamos posiblemente en el momento más delicado del tránsito entre la sociedad industrial y la sociedad del conocimiento. Aquel momento en el que una sociedad, la industrial, con sus paradigmas, formas de hacer y de pensar, muere y otra sociedad, la del conocimiento se abre paso y se asienta definitivamente como modelo.
Es evidente que los paradigmas y creencias asentados en la sociedad industrial no sirven para abrirnos paso y movernos en la sociedad del conocimiento. Tenemos que tirar a la basura esos paradigmas y creencias, entre ellos el sistema educativo y crear nuevos paradigmas. Uno de ellos es el modelo de liderazgo.
El liderazgo asentado en el siglo XIX y XX, el liderazgo carismático ya no es útil ni totalmente válido. Ese liderazgo basado en la visión de una persona, que dio lugar a grandes empresarios, políticos o militares ha quedado prácticamente enterrado por las exigencias derivadas de la sociedad del conocimiento.
La sociedad del conocimiento no se mueve y genera por la visión de una sola persona y por el hecho de que otras masas le sigan a pies juntillas hacia la consecución de esa meta. Se mueve por la contribución del talento de muchos. La visión, la fijación de la meta ya no es exclusiva de unos pocos privilegiados que tal vez estaban en el secreto de la información o supieron verla. Hoy la información está al alcance de todos y depende de nuestra capacidad el interpretarla y constituirla en motor de nuestro movimiento.
Para que el talento de muchos surja, en las empresas, en la ciudadanía son necesarias varias cosas:
• Espacios de libertad. Si los empleados y los ciudadanos no tienen espacios en los que desarrollar y practicar sus ideas y siguen al albur de las órdenes que les da un supuesto jefe superior, el talento queda ahogado, reprimido. No aflorará y se desperdiciará
• Confianza. Los superiores, los que supuestamente mandan deben crear climas de confianza entre sus subordinados, empleados y ciudadanos, a fin de que tomen conciencia de que las iniciativas son posibles y el error está permito
• Dejar libertad para crear espacios organizativos. Los sujetos implicados en los movimientos de creación e innovación deben tener la libertad suficiente para crear nuevas formas de organización y coordinación del trabajo. Hoy las TIC permiten ese hecho.
A su vez, para que el talento de mucho fluya deben cambiar bastantes cosas en las organizaciones empresariales y políticas, entre ellas dos fundamentales:
• La forma de organización. Hay que enterrar definitivamente la división del trabajo taylorista, jerarquizada en exceso, con demasiados niveles. Esta forma estaba bien para producir pero es nefasta para pensar, crear e innovar. Afortunadamente las TIC están favoreciendo la aparición de una nueva forma organizativa paralela, superpuesta a la jerárquica. Es la organización 2.0 o el social business. En esta nueva forma son los propios individuos los que se organizan y se comunican de una forma bastante libre a fin de coordinarse para alcanzar los objetivos. Los mecanismos rígidos de la organización tradicional saltan por el aire
• Estilo directivo. Se debe abandonar y desterrar el estilo autoritario o paternalista, que tanto abunda. En la sociedad del conocimiento no se arregla nada con mandar, cuando posiblemente el subordinado tiene más información que su superior. Hay que generar un estilo directivo que asiente y de paso a un “liderazgo impulsor” en el que el superior actúa como animador del grupo al que dirige. Le proporciona confianza y espacio de libertad a fin de que los miembros expresen y desarrollen ideas (las nuevas visiones). El papel de ese nuevo superior no es tanto conducir (liderazgo carismático) como impulsar y promover (aflorar talento)
Mientras esas condiciones no se den es imposible hablar de nuevos modelos económicos o sociales y mucho menos de progreso hacia la sociedad del conocimiento. Seguiremos anclados en los paradigmas de una sociedad que ya a muerto: la industrial.
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