Para conseguir que otros hagan lo que tú quieres que hagan y lo hagan de una forma natural y tranquila, debes generar mucha confianza. Esto es lo que viene a mostrar Argo, la película ganadora del Oscar a la mejor película de 2012.
Alrededor del espacio de tiempo que media entre el minuto 0.54 y 1.04 se desarrolla una secuencia en la que al final de la misma el agente de la Cia Tony Méndez, que al principio se presenta con identidad falsa ante los 6 rehenes norteamericanos que pretende sacar de Irán, desvela a dos de ellos su verdadera identidad y datos sobre su persona. Acaba de poner, con hechos, con su conducta, su vida en manos de los rehenes. Si los capturan en el aeropuerto de Teherán sabe positivamente que esos dos rehenes, antes las presiones, lo delatarán.
La enorme lección que aprendemos de esta secuencia es que si quieres que los otros confíen en ti tienes que ganarte esa confianza y la confianza no se gana con palabras, se gana con hechos, con la conducta. Que mejor prueba de conducta, para que acaben confiando en ti, más allá de tus palabras, que confesar a las personas que piensas sacar por el aeropuerto, con identidad falsa, tu verdadera identidad.
Todos pedimos a los otros que confíen en nosotros. Los padres a su hijos, los maestros a su alumnos, los jefes y directivos a su empleados y los gobernantes a su ciudadanos. Es fácil dar un discurso lleno de bonitas palabras. Lo difícil y lo que muchos padres, maestros, jefes, directivos y gobernantes, no hacen es respaldar con su conducta lo que dicen con sus palabras.
¿Qué pasa entonces? Pues desilusión y una sensación de engaño en aquellos que si confiaron en las palabras e hicieron lo que les pidieron, sin esperar a ver como de real y coherente era la conducta del otro, de aquel que les pedía continuamente “confía en mí”
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