“Ningún plan sobrevive al contacto con el enemigo”. El ejército invierte una gran cantidad de energía en su planificación. El problema es que, a menudo, los planes cuidadosamente diseñados se vuelven inútiles a los pocos minutos de empezar la batalla, porque la realidad es imprevisible. Por ello, en los años 80 el ejército estadounidense, cambió su forma de planificar y creó un concepto denominado “la Intención del Comandante”.
La Intención del Comandante, no es demasiado detallada para no correr el riesgo de quedar anticuada, con sucesos no previstos. Se trata de trasladar la intención de la conducta a todos los niveles de los soldados. Una vez que se conoce el fin de la conducta, se puede improvisar si es necesario para lograrlo.
Son instrucciones breves y en un lenguaje claro que describen el objetivo del plan. En los altos mandos del ejército puede ser: “quebrantar la voluntad del enemigo en la zona suroeste”. En los mandos tácticos, la instrucción se vuelve más concreta: “la intención es colocar el tercer batallón sobre la colina este, despejarla del enemigo y proteger el flanco de la tercera brigada”, y así sucesivamente a los niveles más operativos, se va desgranando la intención de lo que tienen que conseguir.
En cuanto la gente sabe cuál es la intención, empiezan a desarrollar sus propias soluciones.
Ningún plan sobrevive al contacto con el enemigo, que describe el coronel Tom Kolditz, director de ciencias conductistas de West Point, en el libro “Ideas que pegan”, es un buen principio incluso para los que no estamos en el ejército. Ningún plan sobrevive al contacto con nuestros clientes, con la competencia, con los mercados.
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