Recientemente, realicé un repaso a mi archivo informático de artículos de interés y encontré, en la carpeta “otros” -aquellos que no se ajustan a ninguna otra categoría- “Una inyección contra los malos recuerdos”. Un título tan sugerente captó mi atención de inmediato, si bien su lectura me resultó algo decepcionante porque no era una metáfora sino una realidad. El artículo continuaba: Científicos norteamericanos prueban con éxito un fármaco que destierra de la mente los traumas del pasado. Se trata del último medicamento del «bienestar», un negocio que mueve 25.000 millones de euros al año.
Desgraciadamente, en ocasiones se producen situaciones extremas que acarrean estrés postraumático difícil de superar. Por ejemplo, alguien que haya sufrido una violación o se haya visto envuelto en un accidente con víctimas mortales quedará marcado de por vida y posiblemente tenga pesadillas, esté angustiado y no consiga hablar del tema y mucho menos superarlo.
El artículo señala que dicho fármaco –propanolol es como se llama- se lleva utilizando desde hace 20 años con éxito en los tratamientos de contra la ansiedad. Disminuye las palpitaciones y reduce el nivel de temblores, sin embargo el artículo comenta que ahora en España no sólo se emplea en los episodios traumáticos, sino también en las situaciones menos intensas pero repetitivas de la vida cotidiana. «En los periodos de exámenes el medicamento se usa muchísimo, los opositores suelen necesitarlo» (sic).
No pretendo en absoluto polemizar sobre la industria farmacéutica ni poner en cuestión los avances médicos, nada más lejos de mi intención. Quiero simplemente comentarles que el aprendizaje surge precisamente del manejo de las circunstancias de nuestra propia realidad, positiva y negativa, y la superación de lo negativo. Vivimos en una “sociedad del bienestar” donde, de manera indiscriminada, todo lo negativo o lo que nos incómoda se elimina, quedándonos exclusivamente con las buenas experiencias, con la gratificación inmediata.
¿Se imaginan? ¿Que me voy a examinar del carné de conducir y me pongo nervioso?, me tomo el fármaco. ¿Que mi jefe me pide un informe y me produce ansiedad?, me tomo el fármaco… Es tentador recurrir a este tipo de paliativos, a veces el dolor de una situación de este tipo no es medible ni comparable, pero ¿qué pasa con el resto de recuerdos asociados? ¿Se borran también, como con el artilugio empleado por Tommy Lee Jones y Will Smith en Man in Black? ¿Cómo superamos estas situaciones, cómo vamos a poder aprender de nuestros errores y conocer nuestros propios recursos?
Chris Brewin, profesor de Psicología Clínica de la University College de Londres va un paso más lejos y asegura que «al fin y al cabo las reacciones al miedo están ahí para proteger a las personas del peligro en el futuro». Menos mal.
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