Bobby Fischer aprendió a jugar al ajedrez a los 6 años. A partir de ahí, no prestó atención a otra cosa que no estuviera relacionada con un tablero de 64 casillas. A los 12 años se negó a ir a la escuela. Atención al argumento que le dio a su madre: «Prefiero ser el mejor del mundo en ajedrez que uno más entre muchos con cualquier carrera”…

Esta anécdota nos permite reflexionar sobre cómo planteamos nuestro desarrollo profesional ¿Estamos realmente utilizando todo nuestro potencial? ¿Aprovechamos y desarrollamos nuestras fortalezas naturales o empleamos toda la energía en mejorar esas “penosas” áreas de mejora?

En el conocido libro “Pon tus fortalezas a trabajar”, Marcus Buckingham, nos anima a construir nuestra carrera profesional desde nuestras fortalezas, encontrando la forma de gestionar mejor nuestras debilidades.

Otros autores señalan que durante la primera mitad de nuestra vida deberíamos de trabajar para explotar aquello en lo que realmente destacamos y somos buenos, y en la segunda mitad, trabajar para minimizar nuestras debilidades.

Todos tenemos algo que nos hace especiales, algo en lo que destacamos y que nos gusta hacer. Párate y pregúntate: ¿Estoy realmente utilizando todo mi potencial? ¿Estoy teniendo el éxito que busco? y si es así ¿Estoy teniendo éxito en aquello que es más adecuado para mi?

Elige entre marcar la diferencia o ser una pieza más del engranaje. Tu decides. Nadie dice que el camino sea fácil, pero merece la pena intentar tener una vida plena y con sentido.

Encuentra el cruce entre aquello que haces bien, te hace disfrutar y al mismo tiempo el mercado necesita.