Hoy he impartido un taller de dos horas sobre Liderazgo para alumnos de la carrera de Administración de empresas en la Universidad de Alcalá de Henares, invitado por mi amigo y miembro de la red enEvolución Fernando Giner.
La verdad es que ha sido una experiencia muy gratificante y sorprendente. Mientras hablaba y preguntaba a los 50 alumnos de la clase, me estaba dando cuenta de que algo me gustaba de esos chicos. Y era su mirada limpia y abierta, producto de su desconocimiento y de su falta de prejuicios sobre lo que les contaba.
Qué gran diferencia con tantas miradas de cientos de directivos o jefes de equipo de empresas a los que he impartido formación durante los últimos años. Esa mirada en muchas ocasiones recelosa, escéptica y llena de prejuicios, producto probablemente de años de frustraciones y expectativas no cumplidas.
Yo les entiendo, de verdad. Pero el problema es que con esa actitud se cierran a toda posibilidad de aprendizaje. Y seguramente se cierran a toda posibilidad de cambiar las cosas en su realidad profesional.
Hay excepciones, claro. Si no, ya habría cambiado de profesión. Hay también personas que aun siendo ejecutivos con experiencia y talento, quieren seguir aprendiendo, quieren seguir ilusionándose, y quieren seguir probando cosas nuevas para mejorar como profesionales. Estas personas son mi combustible. Quizá por eso hoy he venido más recargado de energía de lo habitual.
Aunque lo hemos oído muchas veces, no deja de ser muy cierto que para aprender algo, debemos desaprender otra cosa. Y para ello, debemos abrir nuestra mente y confiar. Es una elección personal, pero que tiene muchas implicaciones en la vida y en la carrera profesional de un individuo.
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