Hace algunos días pude disfrutar de una estupenda cena en el restaurante de Ramón Freixá, en Madrid. Al final de la maravillosa experiencia gastronómica, me obsequiaron con un muffin de chocolate que pude disfrutar en mi desayuno del día siguiente. ¡Fue como seguir teniendo un pedacito de la experiencia vivida en mi casa!
Eso me hizo recordar la lectura de una reciente entrevista con Wided Batat, una profesora de márketing, experta en consumo, gastronomía y turismo, y autora de libros como ‘Digital Luxury’. Batat afirmaba que pagar la cuenta nunca debería ser la última interacción con el cliente. “Hay que introducir un último “touchpoint” para evitar que el cliente vuelva a casa con un único objeto tangible: la cuenta”. Sugería introducir un regalo en forma de cuadernillo con los platos degustados o una muestra de los chocolates del postre…. El retorno a la normalidad no debería ser un papel y la idea de “¡Oh Dios mío, me he gastado todo esto!”
Extrapolando estas sensaciones al ámbito laboral, soy una convencida de que, cuando un empleado sale de una organización, el finiquito -“la cuenta”- no ha de ser la última interacción. Si hay algo que nos enseña la Experiencia de Empleado es a entender cómo viven los profesionales cada una de sus interacciones en la empresa: desde que son candidatos, entran a trabajar en una organización, se ilusionan, se comprometen, aprenden, crecen, se estancan, se desmotivan, cambian de puesto, de proyectos, se van a otras compañías… Y lo cierto es que la gestión del momento de la salida es muy mejorable. De hecho, es una de las interacciones en las que detectamos un mayor número de emociones negativas, tanto para quienes se van como para los que se quedan.
En el momento de la salida de una organización, la persona se siente muy vulnerable, incluso cuando se trata de una salida voluntaria. Va a enfrentarse a nuevos retos y experimenta dudas, incertidumbre e incluso, ansiedad. También deja a compañeros a los que aprecia y han sido importantes en su carrera.
¿Por qué entonces se descuida tanto este broche final? Saber cómo decir adiós habla, y mucho, de las organizaciones. En nuestra experiencia a la hora de ayudar a las empresas a diseñar este momento nos hemos encontrado con que la raíz del problema no obedece tanto a una falta de sensibilidad, como a la falta de tiempo para hacerlo bien o pensar cómo hacerlo mejor.
La salida no tiene que significar necesariamente el final de la relación: muchas empresas saben cómo tender buenos puentes de salida y construyen una buena red de ex-empleados con los que siguen manteniendo un contacto muy útil para el networking en los negocios. Además, nuestros empleados y ex-empleados son el “tripadvisor” de nuestra organización, ellos son clave en la atracción del talento.
Por todo ello, el finiquito, no puede ni debe ser el final..
Elena Méndez Díaz-Villabella
Dtora. red enEvolución
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