Ayer participé en una jornada de trabajo corporal, como parte de una formación que estoy realizando. Después de una hora intensa de diversos ejercicios para tomar conciencia de nuestras emociones y nuestro cuerpo, hubo un momento final de calma y reflexión final, con los ojos cerrados. En ese momento, se me vino a la mente una imagen. Precisamente la imagen de la persona con quien había tenido un conflicto el día anterior.

Inmediatamente, esa imagen me provocó una emoción intensa. Y esa emoción me mostró el camino, me mostró la respuesta que necesitaba. Es decir, me dio la clave de cómo actuar en el conflicto con esta persona.

Mi conclusión experiencial, que ya la había sentido en otras muchas ocasiones, fue una vez más que debemos escuchar a nuestras emociones y a nuestro cuerpo, algo que no estamos habituados a hacer. Es más, tenemos alta resistencia a escuchar los mensajes de nuestro cuerpo, y de vez en cuando, el cuerpo toma el mando y te dice: “A descansar, ya has llegado al límite”. ¿Te suena?

Si somos realmente honestos y prestamos atención a estos dos ámbitos fundamentales de nuestro ser, las emociones y nuestro cuerpo, las respuestas a todos nuestros dilemas y preocupaciones llegarán por sí solos, sin esfuerzo.

Esta capacidad, sin duda, tiene que ver con la inteligencia emocional, y con la que algunos llaman la inteligencia corporal, la capacidad para tomar conciencia de nuestro cuerpo con el fin de canalizar sus necesidades (que son autónomas de nuestra razón) y aumentar nuestra efectividad y nuestra motivación.