Con el estrés ocurre lo mismo que con el colesterol; que hay stress del bueno y stress del malo.
Una organización que no tenga un cierto grado de tensionamiento o de stress es una organización que está dormida, está muerta o está a punto de morir.
El estar alerta y vigilantes (tensionados) hacia lo que está pasando dentro y fuera de la organización es la clave para responder con rapidez y precisión a los cambios.
Señalo tres elementos para crear este saludable nivel de tensionamiento:
- Evitar el hedonismo y convivir con un aceptable nivel de austeridad en medios.
- Compartir objetivos de carácter ambicioso y autocontroles de seguimiento cercano.
- Ausencia de amenazas y aceptación de tomar riesgos y poderse equivocar en las decisiones.
Por el contrario, un exceso de tensionamiento (stress) o bien paraliza e inhibe o bien produce explosiones descontroladas de la actividad. En ambos casos (paralización o explosión) se desconecta de la realidad interna y externa.
Y lo que aún es peor: cuando el stress es excesivo, habitualmente viene originado por razones que nada aportan a la organización ni a los objetivos.
Es el stress que produce la mala relación con tu jefe o con tus colegas, el stress que causa la incertidumbre interna: desconocer el terreno que estás pisando, el no saber cuáles son las reglas de juego que van a ser aplicadas en tu valoración profesional, el tener objetivos disparatados “porque sí”, el stress que crea el no fiarte de tu entorno, el stress de las amenazas si no cumples o si te equivocas…
Este es el stress del malo porque se sufre de una forma dolorosa y ocasiona distorsiones graves en la vida personal y familiar de quien lo padece y porque no sólo no aporta nada a la organización y sus objetivos, sino que además crea un clima pernicioso en la organización y obstaculiza la consecución de los objetivos.
0 comentarios