“Golpearía al Sol si me insultara”
Capitán Ahab, Moby Dick. (Herman Melville)
Capitán Ahab, Moby Dick. (Herman Melville)
No he podido resistir la tentación de continuar con cierto hilo rojo que puede detectarse al leer los últimos Blogs y es que al hacerlo me ha surgido esta pregunta que es una pregunta antigua, que nos acompaña permanentemente desde hace más de 500 años, cuando escribió MAQUIAVELO su todavía actual y candente “El Príncipe” y por tanto a la que hemos visto responder de muy diferentes maneras desde los políticos, los economistas, los famosos del corazón, los empresarios, los sindicatos, la población, NOSOTROS en suma.
Dense cuenta, que la respuesta varía notablemente si “El fin” es bueno en sí mismo, (Ejemplos: como evitar una catástrofe, salvar la vida a alguien, erradicar la hambruna, etc.) ó si “El fin” es bueno solo para unos pocos, (Ejemplos: conseguir los objetivos empresariales personales, enriquecerse a costa de los demás, conseguir ser elegido en las urnas, imponer un criterio, creencia, política, norma, normativa, etc.)
Sin embargo, mantengo la creencia de que una cosa es lo que contestamos de manera pública y otra lo que hacemos. Y me refiero con lo que hacemos en esos pequeños gestos de todos los días, de lo que es cotidiano para cada uno de nosotros.
¿Cuánto tiene de creencia y por tanto cuánto entronca con nuestros valores personales?. Y lo digo porque acabo de ser testigo de excepción de una situación en la que un empresario, tras muchos esfuerzos y unos cuantos años al frente de su negocio, había conseguido que los resultados fueran muy satisfactorios, acompasados a los años de bonanza económica en los que nos encontrábamos, ¿recuerdan ó ya es algo olvidado?. Pues bien, en esta situación decidió contratar a un profesional que llevaba tiempo ofreciéndole sus servicios en la consideración de que a través de su gestión iba a ver notablemente incrementado el volumen de su negocio, (siempre ha habido maravillosos vendedores de humo, de sueños, de talento, de beneficios, en fin de lo que tocase). Este empresario aceptó el reto en la consideración de que sería una suma, que añadiría al negocio y del que podrían beneficiarse el conjunto de la empresa.
Pero ¡¡¡¡¡OH!!!!!, nadie contaba con que el aire estaba dando la vuelta a la esquina y que de repente, el mundo económico se estaba desmoronando, afectando a la subsistencia de las actividades empresariales. Es así como de forma paulatina los resultados de la compañía comenzaron a resentirse y este profesional, último en incorporarse a la misma, ya no solo no aportaba negocio, sino que suponía una carga financiera difícil de mantener.
No obstante, el empresario trataba de buscar alternativas que les permitiera mantenerse juntos, a flote, en la misma nave, balsa o patera, con el fin de poder alcanzar la costa cuando el viento amainase. Pero mientras el patrón estaba pendiente de sujetar las velas, mantener firme el timón y ahorrar combustible, el último marinero incorporado al navío no estaba por la labor de apretarse el cinturón de lo que parecía ser el chaleco salvavidas, ni a hacer más esfuerzos, en la creencia, como el Capitán Ahab, que él solo estaba más capacitado que el conjunto para llegar a buen puerto; eso sí, en su barca, balsa o patera, no había cabida más que para él. Y fue así como haciendo acopio de todo el know how que la empresa durante estos años había acumulado, una noche, aprovechando el descanso del patrón y contando con la ayuda de la oscuridad, pues las nubes ocultaban la luna, decidió abandonar el barco, a su gente y a su patrón.
Cuando la noche daba paso a una tenue luz del amanecer el patrón notó que el barco parecía contar con menos peso y, aún dándose cuenta de que faltaba uno de sus ocupantes y el peso del mismo era considerable, no parecía ser suficiente motivo como para darse tal aligeramiento de la carga. Fue cuando ya el sol había tomado distancia del horizonte del este, cuando pudo comprobar, con gran sorpresa, que no se había ido solo, sino que faltaba mucha información, muchos datos, mucha innovación y mucho trabajo, almacenado en las bodegas y que no había dudado en llevarse a pesar del esfuerzo y el peso que ello suponía.
“El Capitán Ahab” continuó el viaje solo, desconocemos su destino y su suerte, en los negocios siempre hay “un poco de suerte”, pero lo que sí sabemos es que faltó a su compromiso, falló en la confianza de la que había sido depositario, … y todo para alcanzar su fin, que no era otro que mantener su elevado nivel de vida, a costa…., a costa de lo que fuera, incluso de traicionar a aquel que le había ofrecido su barco, su cobijo y le había halagado con todo tipo de viandas, como un buen anfitrión que atiende a los invitados a su mesa.
Moraleja, no solo son los empresarios los que sobornan por obtener negocios, no solo son las “empresas” las que abandonan los compromisos adquiridos con sus trabajadores//empleados, no solo son los trabajadores los que olvidan el compromiso con la empresa que le da trabajo….,
¡¡Señores!! Somos todos y cada uno de nosotros, los que actuamos con o sin compromiso, con o sin ética, de acuerdo o contra nuestros propios valores, solo que cada uno de nosotros y a veces depende de la situación en la que nos hallemos, somos empresa o somos trabajadores, de ahí que solo de NOSOTROS depende decidir si el fin que perseguimos justifica los medios de los que nos valemos.
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