Se acabó para la mayoría de las personas el periodo de asueto (vacaciones) que el sistema concede a a las clases trabajadoras.La inmensa mayoría vuelve con las consabidas frases: vuelta a la rutina, se acabo lo bueno, de nuevo al tajo, de nuevo al pie del cañón, a esperar otro año.
Estas frases no denotan nada bueno. No denotan una predisposición de ánimo y actitudes. En primer lugar denotan un pesimismo enorme y en segundo lugar que se vuelve a un sitio al que, si se pudiera, no se volvería. A un sitio que nos repudia el estar.
En realidad que ¿son las vacaciones? Pues un periodo de tiempo en el que uno se aparta de aquello que hace habitualmente con la esperanza de hacer otra cosa que considera gratificante. ¿Para qué sirven las vacaciones? Para recuperarse. Si tu trabajo te cansa lo mejor que puedes hacer es cambiar de trabajo. Para distraerse. Si tu trabajo te aburre, cambia de trabajo. Para aprender cosas y formarse. Si en tu trabajo no te formas, cambia de trabajo.
Para escapar hacia un mundo y situación idílicos. Si necesitas escapar de tu trabajo lo mejor que puedes hacer es cambiar de trabajo.
¿A dónde quiero ir a parar? A algo muy sencillo. Para muchos mortales las vacaciones quieren que sean una válvula de escape que les permita huir de la presión, el tedio, el estrés o el agobio al que les somete el trabajo. Huyen en busca de una felicidad y un bienestar que no tienen todos los días y que tampoco suelen encontrar en el periodo vacacional.
La inmensa mayoría de las personas no encuentra un trabajo, el trabajo les encuentra a ellos. Es decir no consiguen convertir en fuente de ingresos aquello que les apasiona, en muchas ocasiones porque ni siquiera saben que les apasiona.
De tal suerte que el trabajo se convierte en algo instrumental, soportable, en la medida que nos permite adquirir medios materiales (coche, casa, lavadora, formar pareja, tener niños.etc). Hasta que de repente un buen día se dan cuenta que no soportan el trabajo y buscan desesperadamente las vacaciones como medio de salida. Pero, ¡ay! hay que seguir pagando la hipoteca, el colegio de los niños, la letra del coche. Por lo tanto hay que volver al trabajo que se detesta. De ahí las frases con las que acogemos el fin de las vacaciones.
Cuando uno es feliz con lo que hace, se siente plenamente realizado y satisfecho en su trabajo, las vacaciones no se ven como una salida o válvula de escape y los retornos son agradables e incluso deseados.
Pero por desgracia, según los expertos, solo un 10%-12% de las personas saben gestionar su proyecto de vida y por lo tanto “convertir su afición” en fuente de ingresos. Para estos el fin de las vacaciones no es una vuelta a lo desagradable. Al contrario, muchas veces el propio trabajo son vacaciones. De ahí que muchos de ellos hagan periodo muy cortos de interrupción de su vida laboral.
Para el resto, casi el 90%, el sistema les ofrece una salida por unos días, “las vacaciones”, pero concluidas estas tienen que volver a la trampa del sistema para seguir sosteniendo el sistema.
La felicidad, el bienestar está dentro de ti y debes encontrarlo en aquello en lo que haces todos los días, no en un hecho ocasional que se repite cada año, las vacaciones. De no ser así seguirás viendo las vacaciones como el instrumento que te va a sacar de tu cruda realidad. Pero concluido el periodo vacacional tu cruda realidad sigue ahí, no se ha ido. Y ala otro año más digiriendo bilis.
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