Para un profesional no hay una vida más nueva que cuando se le cambia el escenario desde el suelo hasta el techo, el entorno y su propio rôle, es decir, cuando cambia de compañía.
Es una gran oportunidad para empeñarse en la mejora de uno mismo: Empiezas sin etiquetas: tienes en tus manos el ir construyendo y diseñando tu propia etiqueta, tienes en tus manos el borrar aquel ”sanbenito” que te colgaron y que hasta ahora te ha resultado tan molesto, tienes la oportunidad de crearte nuevos hábitos y dejar antiguos vicios.
Pero, al igual que las promesas de inicio de año nuevo, este cambio requiere primero un análisis previo de nosotros mismos, de lo que queremos y podemos mantener, cambiar o incorporar y las razones que tenemos para ello, después un firme propósito, una decisión clara y bien definida y finalmente constancia, autovigilancia y disciplina.
La clave está en los tres primeros meses: es el tiempo en que, ante un nuevo escenario, nos vemos obligados a ser conscientes de cada uno de nuestros actos.
Todavía no te está permitido ni puedes conducirte por rutinas. Cada comportamiento, cada conducta es un invento, una originalidad que tú libre y conscientemente eliges y que, en un futuro, con la repetición de esas circunstancias y esa conducta pasará a ser un hábito.
Es cierto que la “invención” y la “originalidad” exigen un esfuerzo adicional: mental y de aprendizaje por un tiempo determinado, pero tiene tanto impacto y durante tanto tiempo a futuro que bien merece la pena.
Esto que ocurre tan claramente en el cambio de compañía es aplicable de igual manera a toda situación nueva, definida como tal cuando los actores que intervienen son nuevos: un nuevo cliente, un nuevo jefe, un nuevo proveedor, un nuevo grupo de trabajo, un nuevo equipo de colaboradores…
Todas ellas son circunstancias que ofrecen la oportunidad e invitan a iniciar un proceso de mejora, a repetir aquello de “año nuevo, vida nueva”.
En todos estos casos aún no existen, y por tanto no hay que luchar contra ellas, “las primeras impresiones”. Nosotros decidimos cuáles sean las primeras impresiones que queremos producir y mantener, pero ello requiere, como decimos más arriba, prepararnos para ello: reflexión, decisión y autocrítica.
No decidas lo que previamente no hayas reflexionado y haz un seguimiento severo del cumplimiento de tus decisiones.
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