Cada vez se habla más de la necesidad de conciliar la vida laboral y la vida familiar. Parece que en este sentido caminamos hacia atrás en lugar de ir hacia delante.
Por ejemplo, me sorprende las altas horas de la noche a las que algunos ejecutivos se dedican a leer e incluso contestar el correo.
No hace muchos años, antes de existir el correo electrónico y los teléfonos móviles, lo normal era trabajar una jornada de 7 a 8 horas y, una vez terminada la jornada, tenías tu tiempo para tu vida familiar.
Sin embargo, muchos hemos caído en una trampa gracias a las facilidades que nos permiten los avances tecnológicos de trabajar donde y cuando queramos. Digo trampa porque lo que teóricamente parecía que iba a suponer una liberación ha resultado ser algo que nos convierte cada vez más en esclavos del correo electrónico y del móvil.
Antes, cuando no estabas en la oficina, las personas que llamaran preguntando por ti tenían que esperar hasta que llegaras o, como pasaba normalmente, una recepcionista o algún compañero tomaba nota de la llamada y cuando llegabas a la oficina y tenías un momento, llamabas a la persona en cuestión. Sin embargo ahora no existe esta limitación física de la oficina y también hemos perdido el horario de trabajo.
Quizás si se cerraran los correos electrónicos y se apagaran los moviles fuera del horario de oficina no tendríamos tanta necesidad de conciliación de vida laboral y familiar.
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