¿Qué tiene que ver la cocina con la gestión de empresas? Mucho.
Veréis, el 2 y 3 de diciembre estuve en Argel, dando un seminario a estudiantes y empresarios sobre la sociedad de la información y el conocimiento y la utilización de las nuevas tecnologías en la empresa.
El seminario fenomenal, las personas que asistieron lo hicieron con mucho interés y surgieron muchas preguntas.
El trato que me dieron fue estupendo. Hasta aquí todo bien. ¿Dónde me di cuenta de las diferencias? En el restaurante. Me llevaron al mejor de Argel.
La comida, los dos días, estupenda desde el punto de vista de la materia prima, pero sin arte, sin valor añadido. Sin inteligencia complementaria y servicios adicionales que proporcionasen valor al cliente.
Veréis. Nos pusieron un pescado enorme, lo trocearon y pusieron diferentes porciones en cada plato. La presentación quedo “un tanto repulsiva”. El pescado lo adornaron con un arroz, bueno, pero de presencia triste. El remate fue que todo el esqueleto del pescado, cabeza incluida, lo fueron repartiendo por la mesa.
En cuanto al servicio, los camareros atentos pero nada más. Nada de elementos de distinción y calidad en la mesa o en los utensilios del servicio.
¿Qué haría una empresa, en este caso un restaurante, que ya ha superado la fase de producción, está en estadio superior? Pues añadirle valor, añadirle inteligencia.
La materia prima posiblemente la misma. Eso si en punto exacto de cocción. Los trozos de pescados bien limpios y bien presentados en el plato. El plato adornado y completado con otros elementos adicionales que dieran “belleza y sabor complementario” al pescado. Es decir se habría puesto “talento e imaginación en el plato”. En cuanto al contorno, pues manteles de hilo, vajilla de buen cristal, copas adecuadas y elementos de calidad en el servicio del personal. De nuevo aparece el talento y la inteligencia en el servicio.
¿Qué es lo que hace subir el valor, y en consecuencia el precio? La producción, en este caso el pescado. Rotundamente no. Cualquier chiringuito hoy en día puede tener buena materia prima. Cualquier empresa puede producir lo que se proponga.
Lo que hace subir el precio es el valor adicional que se le da y percibe el cliente. En el talento creativo del plato y la calidad del servicio que se presta. Por eso en Argel el pescado cuesta “X” y en Madrid, París, Londres o Milán podría costar “4 veces X”.
El valor ya no está en el “qué se hace” sino en el “cómo se hace”. Cuanto talento, inteligencia y servicio complementario se pone al producto. Ahí reside el secreto de la gestión empresarial excelente actual. Es saber ponerle talento a lo que se hace.
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