Me gusta tener experiencias nuevas. El pasado viernes, día 4, tuve la oportunidad, casi por accidente, de participar en el Liceo Francés en unas charlas sobre orientación profesional a jóvenes de 15 y 16 años. Me tocó hablarles del mundo de la comunicación, de lo bonito y/o curioso que era trabajar en puestos y empresas relacionados con la comunicación en general.
Como mi contacto habitual es con universitarios de últimos años de carrera y con profesionales, confieso que me despertó cierta curiosidad tener este breve contacto con gente tan joven. La verdad es que antes de entrar no me hice una imagen determinada de lo que me podía encontrar, pero al salir, y aunque el contacto fue muy breve, después de hablar con unos 80 jóvenes, o adolescentes, me fui con las siguientes impresiones:
- A los 15 años se está más perdido que un pato en el Manzanares (recurso retórico robado a Sabina). Esto confieso que me tranquiliza, lo extraño sería lo contrario… Los chavales no sólo no saben lo que quieren, es que tampoco saben lo que hay…
- Sus intereses fueron fundamentalmente dos. ¿Adivináis cuales? El primero, saber cuánto se gana, y el segundo conocer cuántas horas se trabaja…. El segundo reconozco que me alegra, el primero no tanto, me hubiese gustado más que entre sus intereses prioritarios hubiese estado el saber si el trabajo era bonito o divertido.
- Saben que hay crisis, (como para no saberlo), incluso alguno preguntó cuántos años estaría en paro después de la universidad.
- Percibí en muchos de ellos una falta tremenda de interés/curiosidad, en cada grupo de 20 personas no eran más de tres o cuatro los que preguntaban, los otros, como debe de ser en todo colegio que se precie, esperaban impacientes a que tocase el timbre del final de la clase.
- Reconozco que, a pesar de estar en la universidad, ando muy perdido con Bolonia. Cuando los chavales me preguntaban sobre carreras universitarias para dedicarse al mundo del marketing o de la comunicación, les tuve que manifestar mi ignorancia con respecto a los nuevos planes de estudios. Sería un detalle que alguien en mi universidad tuviese el detalle de informarme.
- Finalmente, tratando de explicar algunas cosas, me sentí como en casa el día que mi sobrino Bruno me preguntó: «Pero tío, tu realmente ¿en que trabajas?», y es que, en estas charlas de orientación, definitivamente, lo tienen más fácil los médicos y los abogados.
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