Si podemos hablar de ética es sencilla y únicamente porque el ser humano es capaz de elegir, de decidir entre varias opciones más allá de las “presiones” de las circunstancias que le rodean y de sus propias tendencias, instintos. En definitiva porque es un ser libre.
También es cierto que la libertad nunca se tiene de forma absoluta, lo mismo que nunca desaparece de forma total. La libertad es un continuo sin solución de continuidad.
No es extraño, pues, que la mayor afrenta que uno puede hacerse a sí mismo sea el autoinmolarse su propia libertad (con drogas o alcohol, por ejemplo). Por otro lado, la mayor afrenta que se pueda recibir sea el sometimiento no consentido o la esclavitud.
En ambos casos cuando la persona pierde su capacidad de decidir o se le quita la libertad en el sentido más total, la persona deja de ser tal y pasa a ser objeto. Deja de ser un fin en sí mismo y se convierte en ser un “medio para…”, un instrumento.
Por ello cuando las personas se gestionan como objetos o como simples herramientas, cuando simplemente se usan, (recordad el estilo “kleenex” de usar y tirar), se está cometiendo el mayor daño imaginable a lo que es la esencia de la dignidad humana. Tan sólo la pérdida de la vida misma ocasiona un mayor daño.
El sometimiento a otra voluntad sólo es aceptable cuando es producto de la elección libre, en la medida que esa elección se haya hecho más libremente por parte de la persona sometida y sólo durante el tiempo que esa elección libre perdure y teniendo en todo momento la posibilidad de revocar esa elección.
En la dirección de personas esto tiene una aplicación práctica de capital importancia. Frente al sometimiento a una autoridad impuesta, está el seguimiento elegido de un liderazgo que te resulta atrayente y que te permite seguir siendo libre.
Si la libertad o capacidad para decidir son la esencia de la dignidad humana es lógico afirmar que el ejercicio de esa libertad se convierte en el “hacerse” de la persona como ser continuamente en proyecto, que siempre está por hacer y siempre se está haciendo
Las oportunidades de participar, de aportar, de mejorar, de protagonizar son oportunidades de comportamientos calificables éticamente tanto para el que las ofrece, como para el que las aprovecha “haciendo”.
El fundamento antropológico de las acciones de desarrollo, tutorización, mentoring, coaching es la libertad, la posibilidad de elegir y con ello decidir tu propio futuro. En el fondo ésa es la dignidad de la persona lo que le hace convertirse en un fin en sí misma y no un medio, instrumento o herramienta para.
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