Si usted está en el cualquier bar, con su cañita recién tirada, esa ración de patatitas y las gafas de sol eternamente engarzadas sobre su nariz, y al lado hay un tipo al que no hace más que sonarle el móvil, que habla molestamente por encima de los demás y que gesticula en exceso, por muy domingo que sea, puede diagnosticarle a su molesto vecino el Síndrome del Empresario.

Los empresarios somos esa parte de la especie humana con una cualidad innata para meternos en problemas y estar siempre enredando. Nos caracterizamos sin dudarlo porque jamás tenemos tiempo. Lo tenemos total y absolutamente consumido por nosotros mismos y nuestra inevitable inclinación a buscar guerra. Todavía no hemos acabado de conseguir el objetivo uno que ya se nos ha ocurrido otra brillante escaramuza que hay que poner en marcha de manera inmediata porque es absolutamente esencial para el buen devenir del negocio, de nuestra vida, de la vida familiar o del salvamento de la ameba. Y así una y otra vez. Lo que si fuera parte de Callejeros Viajeros se llamaría «un estilo de vida».

Así que si usted está cansado de su rutina laboral, por muy «Director de» que sea y piensa en meterse a empresario analice con tajante actitud si de manera autónoma, independiente y no condicionada hace cuarenta cosas más de las que puede a diario. Imprescindible eso de estar plenamente activo a las seis de la mañana inquieto por comenzar. Es un indicador infalible. Pero cuidado: debe ser un perfil sostenido en el tiempo, que ideas brillantes de negocio hemos tenido todos. Así que no me extiendo más y le hago llegar mis mejores deseos si no recuerda haber estado en el sofá más de veinte minutos en los últimos tres años y por ende lleva toda las ultima década sin tener ni idea de cuáles son las series de moda en televisión. ¡Adelante compañero!